La evaluación es uno de
los componentes principales del proceso educativo, caracterizada, en el discurso teórico,
como permanente, progresiva, práctica, crítica, flexible,
global, participativa y cualitativa. Sin embargo, en la práctica pedagógica de
los profesores de educación básica,
sólo se ha entendido como obligación institucional, como control disciplinario
y como asignación de calificaciones, menos como una práctica reflexiva del
proceso educativo.
A la
evaluación la han despojado de su carácter educativo,
pues hoy en día sólo se utiliza para calificar y/o clasificar, no para
problematizar el proceso formativo de los sujetos; es decir, ha perdido su
sentido formativo y ha dejado de ser un proceso consciente.
La
evaluación se realiza con sujetos y entre sujetos, es movimiento y cambio y representa la
totalidad del proceso educativo; no es un proceso reducido exclusivamente al
trabajo de los alumnos, al margen de totalidad del proceso educativo.
La
evaluación de corte positivista, cuya racionalidad instrumental le
exige la objetividad y la medición, la ha
convertido en una práctica utilitaria y a la vez predominante del Sistema Educativo
Mexicano. La evaluación es un proceso formativo no
un sistema competitivo.
En este
sentido el propósito de este trabajo no es una propuesta de evaluación, sino
reflexione en torno a la
evaluación del proceso educativo, con el objeto de mejorar el proceso
evaluativo, sustentado teóricamente.
La
evaluación del proceso educativo ha tenido una serie de antecedentes,
que si bien han evolucionado, sus formas originales siguen conservándose,
aunque no con las mismas características, sí con las mismas técnicas Desde
los siglos XVII y XVIII las formas de evaluación estaban orientadas a la disciplina de los
sujetos, este mecanismo de contención servían para que tuviera efecto la enseñanza a través
del aprendizaje. En esos siglos, las clases se impartían por medio
de monitores, que
permanecían de pie en un taburete para controlar a los alumnos, quienes se
encontraban sentados en el centro del escenario para recibir las instrucciones.
La rigurosa disciplina dependía de la visibilidad que le permitía el taburete
al monitor. Estas escuelas
conocidas con el nombre de enseñanza mutua, fueron ejemplos de una arquitectura diseñada
como Foucault dice:
"…para permitir un control interno, articulado y detallado, que hagan
visibles, a quienes están dentro de ella; en términos más generales, una
arquitectura que operaría para transformar a los individuos para actuar sobre
ellos, para proporcionar influencia a su conducta, para
cargar los efectos del poder sobre
ellos, para que se les conozca." (LARROSA; 1999.
El profesor
es quien decide cuáles son las formas de evaluación que utiliza, generalmente
con un enfoque utilitarista, los exámenes escritos son un ejemplo de ellas.
Los
profesores se olvidan que la evaluación es parte importante de su actividad
cotidiana, porque permite orientar el proceso educativo; no obstante, su
práctica está ligada a los referentes que de la evaluación tienen en su
conciencia. Y en este caso, al no apoyarse en la teoría, su
práctica es empírica.
En la
evaluación es importante considerar el papel de la teoría para realizarla con
rigor metodológico, para posibilitar de herramientas y
comprender su realidad; ya que por lo general se entiende a la evaluación como
un proceso de formulación de juicios que deben emitirse para que tenga lugar la
educación, es decir, la emisión de juicios se torna como el fin último de la
evaluación; cuando que el fin último es lainformación tanto
cuantitativa como cualitativa, para mejorar el proceso educativo.
Tradicionalmente
se entiende a la evaluación como una obligación institucional y no como una
actividad formativa e integral de retroalimentación del
proceso educativo. "La evaluación es un momento de detención en el proceso
formativo, en virtud del cual el sujeto se distancia de su propia praxis y de
sus objetivaciones con la intención de reflexionar sobre ellas, enjuiciarlas,
elaborar la crítica correspondiente y convertir su proceso de objetivación en
experiencia que le permita recuperarse como sujeto enriquecido." (YURÉN;
2000; 55).
Las
evaluaciones están más orientadas a medir las competencias intelectuales de los
sujetos, pero sobre todo de los aspectos memorísticos. No se le da la mínima
importancia a la reflexión y a la crítica, se desconoce que la crítica, como
señala Paulo Freire, es un
imperativo ético de la más alta importancia en el proceso de aprendizaje.
"Es preciso aceptar la crítica seria, fundada, que recibimos, por un lado,
como esencial para el avance de la práctica y de la reflexión teórica, y por el
otro para el crecimiento necesario del sujeto criticado."(FREIRE; 1996;
66).
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